¿Qué iba a ser de la escritura? Me preguntaba entre la humareda misma y un diminuto e insignificante pabilo cuyo flujo no era continuo. Toqué mi cabeza una y otra vez con la “esperanza” de no soltar la nebulosa en la que yo solita andaba inmersa. Comencé a sudar, revisé el teléfono en busca de mensajes, resultado de la búsqueda: 0 mensajes- Me sentí aturdida, aplastada por una idea simple. Quise hacer rituales de despedida con esto, pero se interpone el pensamiento y la pendejada -no por tener carácter de pendejada sino por ser nociva- no merece ni un remedo de ritual, nada de duelos, nada de tusas, nada de extrañamiento, nada de nada.
Con todo el miedo del caso, a sabiendas de que me sólo me esperaba tranquilidad, miraba y esperaba a que mi golpe de suerte se consumiese solo. Pensaba en decir: no lo toqué, yo no fui. Estaba a punto de dar un zarpazo certero y bien merecido… Pensaba en el pasado y lo interesante que pareció todo a su lado.
Pareció… Recuerdo unas vacaciones en la playa, lejos del novio que tenía en aquel entonces, me fui con unas compañeras de la U, hice caso a su insistencia: ¡“Cusquis vamos, vamos”! Recién me había quedado sola y además fue una de las pocas veces que me enamoré “efectivamente” y me sentía particularmente sola. Me fui con un poquitito de dinero, en teoría no tenía que gastarme nada, en realidad no tenía que… Se acabó el dinero, el calor me poseía de forma asquerosa, la brisa era un recordatorio de abstinencia, no quedaba más acción que sumergir los pasos al atardecer bajo el mar rojizo y escarbar con los dedos en la arena apelmazada y fría.